La noche del 20 de mayo contra Hidroaysén: “Si quieren represas, que inunden La Dehesa”
Apenas cayó la noche del viernes 20 de mayo comenzaron a reunirse cientos de personas para marchar desde la Plaza Italia hasta el palacio de La Moneda en el centro de Santiago. La marcha en repudio a la construcción de Hidroaysén llegó a congregar a cerca de 50.000 personas. Luego de llegar al frontis de la sede del gobierno, “los organizadores” dieron la “orden” de devolverse a Plaza Italia. Los que no quisieron obedecer como borregos, a eso de las 21:30 horas comenzaron a ser mojados por carros lanzaaguas que buscaban que se disolvieran: su efecto fue nulo, ya que eran miles quienes hacían frente al actuar policial. De ahí en adelante se produjo una verdadera batalla campal entre las fracciones más radicalizadas de manifestantes y las fuerzas policiales. El hecho más “espectacularmente destacado” por la prensa burguesa fue la paliza que recibió un grupo de carabineros que se ocultó detrás de un kiosko. Como siempre, los grandes medios se ponen de parte de los intereses de la clase dominante y ponen el grito en el cielo por este hecho, olvidando que fue la misma “institución” que esos policías encarnan, quien una semana antes había herido de gravedad a la compañera Paulina Rubilar (y a varias personas más, en el Paro Nacional Estudiantil del 12 de mayo), estudiante de Sociología de la Universidad de Concepción.
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La novedad del día fue que esa misma tarde desde el gobierno se decidió de manera abrupta que las bombas lacrimógenas ya “no eran nocivas para la salud”. Así, el centro en medio de los combates callejeros se cubrió de una espesa nube blanca: solo 3 días duró la prohibición de lanzar gases tóxicos para la policía. De esta manera arbitraria y totalmente antojadiza el Ministerio del Interior a cargo de Rodrigo Hinzpeter se retractó de la medida que habían dispuesto días antes.
El enorme rechazo que provoca este megaproyecto energético es evidente. Sin embargo, aún son minorías quienes comprenden que el problema no es solo Hidroaysén, sino un modelo productivo y energético que se encuentra al servicio del empresariado. Solo cuando amplias capas del pueblo y la clase trabajadora tomen en sus manos sus vidas y logren decidir por sí mismos ¿qué producir, ¿cómo producir? y ¿cuánto producir?, en base a sus necesidades reales, se superará el verdadero problema de fondo: el capitalismo.
El pueblo que lucha demostró su rabia en el puerto de Valparaíso
Mientras el “señor” presidente, Sebastián Piñera daba la cuenta anual en el Congreso Nacional, a pocas cuadras del lugar, una imponente muchedumbre de unos 15.000 trabajadores, pobladores y estudiantes hacia manifiesto su repudio al gobierno y sus ansias de cambiar de raíz esta sociedad basada en la desigualdad y la explotación de una clase por otra. Luego de finalizado el acto convocado por la burocrática CUT y otras organizaciones sociales, las fuerzas especiales arremetieron hacia la multitud con gases lacrimógenos y los chorros de los guanacos que se encontraban apostados en las cercanías de la Plaza Victoria.
Así comenzó la jornada de protesta popular más agitada y masiva que se ha visto en la última década en el puerto chileno. Más de 4.000 personas se enfrentaron con las fuerzas policiales, las cuales se vieron sobrepasadas en innumerables ocasiones y debieron retroceder frente al ímpetu de aquellos manifestantes que querían a toda costa llegar a las puertas del parlamento. De esta forma, la principal avenida porteña, Pedro Montt, fue literalmente tomada y cercada con barricadas por alrededor de tres horas. En medio de los disturbios una farmacia Cruz Verde fue saqueada (una de las mismas que se coludió junto a otras más para robarnos nuestro dinero el año pasado) y el “desfile de nuestras glorias navales” fue atacado con piedras, resultando heridos varios marinos y militares. El saldo final de la jornada fue de 53 personas detenidas, dos de ellas acusadas de saqueo y el resto de desórdenes.
Estas manifestaciones puntuales, sumadas a la creciente agitación en el ámbito estudiantil, la lucha por la libertad de todas y todos los presos políticos “chilenos” y mapuche, el problema energético en general y los innumerables derechos de los que somos privados a diario, hacen posible pensar que las movilizaciones populares vayan en ascenso y también que a partir de ellas cada vez más amplios sectores acumulen experiencia para generar una crítica cada vez más radical al modelo y prepararse para futuros combates que de seguro más temprano que tarde llegarán.
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