domingo, 13 de marzo de 2011

José Antonio Gutiérrez D: ¿Qué democracia para el mundo árabe?


En un artículo anterior, decía que los sucesos que hoy sacuden al mundo árabe son tan relevantes como aquellos que sacudieron al mundo en 1989[1]. No solamente existen paralelos que puedan hacerse por la extensión y la profundidad del malestar en una amplia zona geográfica: también lo son, porque este torbellino de furia popular pone en cuestionamiento una determinada arquitectura geopolítica que se creía sólida como el acero. En este caso, esas vetustas dictaduras alimentadas, fomentadas e instaladas por los intereses geoestratégicos de los EEUU (y de sus socios menores, la UE) en un área de interés crucial por el petróleo. En 1989 las consecuencias políticas de esas movilizaciones fueron profundas y duraderas –la caída de los “socialismos reales” no significó solamente la caída de unas cuantas desagradables dictaduras burocráticas, sino que, debido a la debilidad relativa de una izquierda auténticamente libertaria y revolucionaria, significó la caída de una serie de valores y horizontes políticos que, incorrectamente, se asociaban al bloque soviético, y el paso arrollador del neoliberalismo como sistema económico, político, valórico e ideológico incuestionable.

Era el fin de la historia, según no pocos trasnochados apologistas del “Nuevo Orden Mundial”. Pero la historia se siguió escribiendo como lo demostró dramáticamente el movimiento antiglobalización en las protestas de Seattle de 1999. Y como lo siguió demostrando el ciclo de luchas abierto entre el 2000 y el 2005 en Sudamérica, el cual puso en entredicho los pilares del modelo, y pusieron al pueblo, a las clases oprimidas y explotadas, como protagonistas de la historia.

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