El 9 de mayo del 2010 será un día más en la innumerable lista de días infames que han ido tejiendo el dominio inmisericorde del capital. La bolsa de Santiago algo indica cuando las acciones de Endesa subieron 0,56% y las de Enersis aumentan en un 0,33% y el IPSA (esa suerte de festín capitalista) se eleva un 0,53%. En números se expresa está extraña solidaridad de la clase dominante…luego, el aumento del PIB dará pie a la estupidez de creer que vamos hacia el desarrollo. Ahí donde los pueblos sufren, el capital sonríe.
Contradicciones entre autoridades locales y nacionales, lobby, claros conflictos de intereses y demás perversidades, los capitales se sobrepusieron a la opinión de la amplia mayoría, reafirmando su condición monopólica, proyectándose como los dueños del 80% del mercado generador y distribuidor de energía en Chile. Un mercado absolutamente estratégico, dejado al alero de los intereses transnacionales de unos pocos. Unos pocos de deciden nuestra matriz energética, el futuro de nuestros recursos y nos reflejan lo aletargado y auto-exiliados que estamos de nuestro propio destino.
leer más Si bien, como retrata la prensa, existió respuesta “ciudadana”, no se poseen herramientas certeras para poner freno al conflicto. Junto a las meritorias manifestaciones espontáneas (ver
aquí un nota sobre ello) se está apostando, ingenuamente, a una batalla judicial contra los poderes económicos. Más allá de la moderación de la iniciativa, queda claro que no se posee la fuerza social necesaria para hacer una presión directa, además que, por otro lado, expresa lo tibio e ingenuo de las actuales direcciones del movimiento. Uno “ciudadano”, ahí donde la ciudadanía no tiene lugar ni espacio en una estructura social descarnada y lugar alguno para el ejercicio real de la ciudadanía. Por lo tanto, llevar la fuerza del descontento por esos causes es simplemente ilusorio.
La mayoría de las impugnaciones al proyecto hacen énfasis en los atropellos democráticos, en las fragilidades institucionales y la corruptibilidad de las autoridades, pero habría que preguntarse, ¿Se trata efectivamente del triunfo de la voluntad déspota sobre la institucionalidad o de la verdadera cara de un Estado diseñado para lograr los resultados que hoy acongojan a tantos? El apego institucional, la ilusión de las llamadas “instituciones que funcionan” son un gran placebo que canaliza el descontento, no es una salida, sino una enorme “rueda de hamster”. Un Estado tan estrecho, tan “amigo” del capital extranjero, no puede dar respuestas reales a las necesidades de las mayorías, sino que su política es, justamente, mantener a las mayorías al margen de toda política.
Por otro lado, HidroAysén no es la excepción, sino la norma. Expresión clara de la trayectoria político-económica del modelo neoliberal, por lo tanto, detener la crítica en un sólo proyecto es irrisorio, hipócrita y un puro gesto acorde a la moda. Porque no es sólo Hidroaysen (
aquí demás proyectos energético) -que por lo demás es el más representativo- sino que es la discusión de fondo de “qué matriz para qué modelo, dirigido por qué clase”, sólo cuando se de ese paso en el debate estaremos construyendo una verdadera salida, el resto sólo puede ser un contenedor precario, limitado, un intento por detener lo imposible o tapar el sol con un dedo.
Una y otra vez, estos enormes insultos al sentido común van allanando el camino para que los sectores más capacitados para la lucha frontal preparen su ofensiva, para que, en algún momento, irrumpamos en escena, con un poder y proyecto propios. HidroAysén es un nuevo golpe del imperialismo, es una nueva luz sobre el verdadero enemigo. La tragedia de HidroAysen marca un paso más en la lista de infamias que deberían ir sulfurando los ánimos de los explotados y oprimidos.
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