x eme, zeta & ge (Miembro del Frente de Estudiantes Libertarios-Santiago)
Las movilizaciones sociales durante este 2011 se han apoderado de la escena pública con fuerza. El surgimiento de nuevos actores colectivos y el desgaste del sistema político institucional en su conjunto han puesto en jaque al modelo neoliberal por distintos flancos. Protestas en defensa de los recursos naturales, la lucha por condiciones laborales más dignas y las recientes protestas estudiantiles son claros ejemplos de ello, terminando con el repliegue iniciado con la derrota del 2005 (Crédito con aval del Estado), 2006 (LGE) y el 2008-2009 (Aprobación LGE). Durante este extenso proceso de derrotas estudiantiles se experimentó un recambio considerable en las formas de lucha y en las maneras de hacer política estudiantil. De este proceso surgen con fuerzas las denodadas críticas a las dirigencias estudiantiles que elaboran los petitorios del conjunto de los estudiantes entre cuatro paredes, respondiendo a los requerimientos de sus respectivos partidos políticos y la ya conocida práctica de negociaciones a espaldas del movimiento estudiantil. Es en ese marco en el que una nueva manera de hacer política comienza a posicionarse con fuerza, expresada en el movimiento secundario durante el 2006 (en la denominada “Revolución Pingüina”) y en el universitario durante el 2008 (ACEUS). Una cultura política centrada en el diálogo entre los estudiantes de base, de manera horizontal, y en la que los representantes son voceros de las posiciones acordadas por el conjunto de las y los estudiantes. Ese recambio en parte es propiciado por el descrédito de los referentes políticos partidarios tradicionales y por el avance del modelo neoliberal en materia educativa. Esa situación comienza a revertirse desde la derrota electoral de la Concertación en las presidenciales y con el repliegue sistemático de ésta al mundo social para recuperar base de apoyo electoral. En ese marco de reconfiguración del sistema político partidista, los acercamientos entre la Concertación y el Partido Comunista (PC) son más contingentes, dejando claro el rol histórico de la Concertación y el PC como contenedores políticos del descontento popular en los canales institucionales del Estado.
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En ese proceso general es que desde el 2010 el PC y la concertación a través de plataformas electorales, se insertan con fuerza en las federaciones estudiantiles, pasando al 2011 con un control político en las dirigencias de las federaciones del CONFECH (alrededor de 15 federaciones de las 27) y en el movimiento secundario con fuerte presencia en la FEMES (Federación Metropolitana Estudiantes Secundarios) que agrupa a los liceos emblemáticos. Sin embargo, ese control relativo de las dirigencias estudiantiles no se ha manifestado claramente y la disputa actual por la hegemonía del movimiento estudiantil sigue en pie de lucha. En el plano universitario, la contienda la lidera la FEUTEM (con presencia rodriguista) y una serie de federaciones alineadas en el bloque “regionalista”; en los secundarios, la disputa es aún más fuerte y se diferencia entre liceos emblemáticos “FEMES” y los liceos periféricos agrupados en la ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios). Y la disputa no sólo se manifiesta por las maneras de hacer política, sino que también en la profundidad y radicalidad de la misma.
La rearticulación del movimiento estudiantil este año ha permitido disputar la hegemonía a la clase política en materia educacional, puesto que ha permitido sacar el conflicto estudiantil de lo meramente gremial para convertirlo en un problema transversal de toda la sociedad, convocando a diferentes actores sociales a las manifestaciones públicas (la protesta de hoy, 16 de junio, convocó a más de 70.000 manifestantes); sin embargo, la actual disputa interna y la presión gubernamental hacen que hoy cualquier tipo de salida al conflicto educacional sea dificultosa, y que lo que ocurra en el CONFECH el 18 y 19, y en el llamado al Encuentro Educacional a realizarse este viernes 17 y lunes 20, sean fundamentales para poder evaluar el rumbo que tomará el conflicto.
Tanto la incapacidad política de las actuales dirigencias estudiantiles (reformistas) como el desatino y la ortopedia de la izquierda de intención revolucionaria han dejado más que evidente el actual vacío en la conducción política de las y los estudiantes más conscientes. Las principales falencias de la alternativa revolucionaria son la ausencia de una perspectiva global del conflicto (la mayoría de los referentes solo tienen presencia en una región), dada por la ausencia de estructuras orgánicas nacionales, lo que se traduce en una incapacidad política sustancial. Hoy por hoy los referentes de la izquierda revolucionaria confunden la “radicalidad abstracta” con la “radicalización sustantiva”; se confunde lo reivindicativo que nos permite construir poder estudiantil y avanzar en la disputa de la hegemonía en materia educacional, construyendo unidad a interior del movimiento estudiantil y al exterior, con el resto de los actores sociales con lo reivindicativo en abstracto. Puesto que, ¿De qué manera el movimiento estudiantil puede instalar políticamente sus demandas si no tiene un poder estudiantil que permita construir fuerza social de apoyo? ¿Acaso esa izquierda “revolucionaria” que hoy por hoy nos plantea la alternativa de la ruptura con el CONFECH tiene la fuerza suficiente para poder instalar una alternativa real y no formal para el movimiento estudiantil en su conjunto?
Hoy nosotros, los estudiantes de intención revolucionaria, debemos plantearnos con altura de miras este conflicto entendiendo que la construcción del poder estudiantil es una tarea de todas y todos, y que se construye políticamente con organización y claridad programática no de un día para otro, sino que disputando la hegemonía real del movimiento estudiantil en sus estructuras de representación, subvirtiéndolas y volcándolas al trabajo de los estudiantes de base. Y para avanzar hacia eso debemos plantear una política reivindicativa que genera unidad al interior del mismo movimiento, fortaleciéndolo política y orgánicamente. Sólo la unidad de los de abajo es el poder que hace temblar a los poderosos; una unidad efectiva y no mezquina, una unidad real. Y para poder construir una unidad real debemos avanzar en las distintas formas de lucha que permitan la radicalización política de nuestras demandas ¿De qué nos sirve una forma de lucha, como una toma de una facultad periférica, si es que esta no potencia el desarrollo del poder estudiantil y la disputa por la hegemonía en política educacional? Solo la ortopedia de la izquierda periférica y enceguecida con el poder milita en nuestra contra como movimiento estudiantil.
Hoy nosotros, los estudiantes de base y de intención revolucionaria, debemos evaluar políticamente este desafío y plantearnos la tarea de avanzar en la construcción del poder estudiantil. Debemos tener claridad de que la salida política de este callejón en el que nos encontramos necesita de perspectiva histórica, necesita aprender de los errores de ayer con miras al fortalecimiento del movimiento en su conjunto. En ese panorama debemos tener al menos las siguientes precauciones y/o consideraciones:
1) El movimiento estudiantil necesita una plataforma de lucha única que unifique a secundarios, universitarios de universidades privadas electas democráticamente y universidades públicas y que apueste a instalar programáticamente el horizonte político común: la educación como un derecho social y que responsa a los intereses del conjunto de la sociedad y no del mercado.
2) Necesitamos establecer una política de lucha mínima para el conjunto del movimiento estudiantil que permita la convergencia con otros actores sociales vinculados a la educación como docentes, funcionarios y familias.
3) Evitar cualquier tipo de negociación política con las autoridades antes del establecimiento de los puntos 1 y 2 y sobre todo, antes de haber conquistado al menos las reivindicaciones de avanzada.
4) Debemos cuidarnos de no aislarnos políticamente. Ante ello es necesario denunciar el rol práctico de la izquierda marginal que de facto nos lleva a la ruptura y a la fragmentación del poder estudiantil.
5) En el marco del repliegue de la Concertación y del rol práctico del PC como partido pivote de la rearticulación política de la centro-izquierda, debemos evitar cualquier salida política que coopte al movimiento social y al movimiento estudiantil en su conjunto. Para ello es necesario establecer como horizonte posible, una salida social al conflicto social a través de las modalidades democráticas vigentes. Sólo la democracia social y radical nos permitirá disputar la construcción de un proyecto público de educación que responda a las necesidades de la clase trabajadora y de los sectores populares.
¡Arriba las y los que luchan!
¡Por el Socialismo y la Libertad!
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