Hace un par de días publiqué una columna que intentaba abrir un debate sobre las estrategias políticas que hoy se confrontan al interior de la izquierda en medio de la coyuntura de las elecciones municipales. En esa primera parte hice un pequeño y muy somero recuento de los últimos años intentado caracterizar rápidamente el momento que vive el movimiento popular en el país, luego de lo cual pasé a revisar la apuesta que en este momento está realizando el Partido Comunista a partir de su apuesta estratégica del “Gobierno de Nuevo Tipo”.
El objetivo central de este trabajo busca sobre todo situar la discusión al interior de la izquierda en torno a las propuestas de construcción que están detrás de cada sector, más que en el debate simplificado del “votar o no” el 28 de octubre. Por lo mismo, me parece importante revisar, desde esta humilde tribuna, la apuesta del otro sector de izquierda que se está presentando a la disputa edilicia, entroncada alrededor del Partido Igualdad, que hoy levanta la lista A. Todo esto entendiendo que en los tiempos que corren, es indispensable que la izquierda sea capaz de dar discusiones y debates con fraternidad y altura de miras, buscando espacios que nos permitan dilucidar las distintas apuestas y buscar caminos que permitan fortalecer al movimiento popular.
En vistas de esto, en el mismo documento dan cuenta de su intención de “convertir el 2012 en el año en que los dirigentes sociales y populares de todo Chile ocupen las concejalías y alcaldías de los municipios de todo el país para ponerlas al servicio de los pobladores, de los trabajadores y sus familias. Serán los Pueblos organizados ejerciendo poder en las comunas y territorios, el primer paso en la construcción de la nueva sociedad.”
Partiendo de estos elementos, resulta útil hacer una revisión de los mismos.
En primer lugar, hay que reconocer que el Partido Igualdad ha tenido una importante capacidad de reagrupar a numerosos compañeros provenientes de distintas tiendas políticas y experiencias militantes y sociales, generando un espacio de encuentro y construcción para parte de la izquierda de intención revolucionaria. De esta forma, ha sabido superar la tendencia indiscutible de este sector a disgregarse ante las diferencias, pudiendo hoy ostentar con orgullo innegable el tener presencia orgánica en diferentes partes del país, con una participación activa en distintos movimientos sociales, y lo que quizás es más destacable, con proyección en el tiempo.
Sin embargo, en mi opinión esta propuesta, a pesar de sus buenas intenciones y del intento de marcar una diferencia fundamental con la apuesta del PC en torno a su marco de alianzas, se enfrenta a la misma limitación que los comunistas y quienes hoy conforman Izquierda Ciudadana. Esto es, la estructura profundamente autoritaria de la institucionalidad en el país, el escaso margen que tienen las organizaciones sociales de participar en la toma de decisiones y –entre otras cosas- a la imposibilidad de realizar cambios profundos en las localidades a partir de la administración municipal.
Y es que las experiencias en administraciones edilicias de los últimos años realizadas por el Partido Comunista –que no se limitan al trabajo realizado ahora en Pedro Aguirre Cerda- demuestran que es extremadamente difícil superar los escollos institucionales y hacer algo mejor que una buena administración en los estrechos márgenes existentes.
De igual forma, debido a la misma imposibilidad de la izquierda de generar una apuesta electoral con capacidad de disputa real dese un proyecto propio, en estos momentos quienes apuestan por incorporarse a través de esta herramienta a la administración del Estado en sus distintos niveles necesariamente tienen que hacer pactos o alianzas –electorales o programáticos- con la Concertación, o parte de ella, de manera tal de poder contar con algún tipo de hegemonía en los consejos municipales. Esta situación favorece la oxigenación del pacto de “centro-izquierda” en momentos en los que su legitimidad entre los sectores más activos del movimiento social está en entredicho, así como limita las posibilidades reales de desplegar una política que efectivamente apunte a responder a las problemáticas de las mayorías.
Es por esto que más allá de que en el Partido Igualdad existan numerosos compañeros de gran valor, honestos, con gran experiencia y que han protagonizado procesos importantísimos de organización popular y movilización durante los últimos años –de la misma forma como compañeros de similares características militan en el Partido Comunista- lo cierto es que las posibilidades de lograr buenos resultados y avances en torno al control comunal y al poder local son mínimas. No porque los compañeros no lo deseen o porque no trabajen por lograrlo, sino porque en mi opinión los condicionamientos estructurales contra los que se enfrentan lo impiden.
Por otra parte, y a pesar de todo el trabajo realizado por quienes conforman Igualdad –tanto en la construcción de su partido como en la lucha por lograr su inscripción legal- todavía no queda clara de qué forma su actual apuesta electoral se relaciona con una propuesta más acabada en torno a lograr concretizar formas de control comunal o poder local, en especial dando cuenta de las limitaciones que la propia institucionalidad pone para avanzar a través de esos espacios, en los objetivos mencionados.
Nuestra apuesta: fortalecer la organización popular
Por nuestra parte, creemos que más allá de la actual disputa entre votar o no votar, lo que es urgente –tal y como lo deslicé en la columna anterior- es buscar consolidar este incipiente proceso de reconfiguración del movimiento popular. Las grandes movilizaciones vividas durante estos últimos años han permitido la lenta recuperación de un sindicalismo clasista y con capacidad de combate –con sus limitaciones, tensiones y contradicciones-, así como el surgimiento de diferentes organizaciones que han sido capaces de instalar diversas temáticas, y logrando algunas d ellas avances concretos en sus demandas.
En nuestra opinión se hace indispensable generar espacios que permitan acumular y consolidar los diversos avances, sobre todo en aspectos programáticos, fortaleciendo la unidad del movimiento popular a partir de las organizaciones de base. Experiencias de diferente tipo se han dado en el último tiempo –Congreso Social por un Proyecto Educativo, encuentros por la asamblea constituyente, incluso la Cumbre Social buscó de cierta forma responder a esta necesidad- pero dichas experiencias deben generar insumos que permitan avanzar hacia la generación de marcos reivindicativos multisectoriales.
Es la lucha conjunta la que nos permite ir generando lazos de trabajo conjuntos, a la par que rompe los límites gremiales de la demanda sectorial y abre la posibilidad de profundizar los incipientes niveles de politización al abrir un horizonte de disputa clasista a las discusiones reivindicativas, al enmarcarlas en un escenario donde la disputa no es local, sino que se enfrenta a lógicas estructurales.
El movimiento estudiantil tiene un rol muy importante que cumplir en esa tarea, fundamental a nuestros ojos, para poder sentar las bases que permitan avanzar en la generación de un proyecto político efectivamente popular, y desarrollado a partir de las luchas y las realidades de los sectores populares. No sólo a través del trabajo en común entre estudiantes, trabajadores y pobladores, sino que es indispensable que los estudiantes asuman también su futuro como trabajadores, proyectando sus experiencias de discusión política y de lucha, a la hora de salir a trabajar.
Más allá de quién sea el ganador de las elecciones municipales de hoy, o de las presidenciales y parlamentarias de mañana, lo único cierto es que sólo serán los sectores populares organizados quienes, a través de su lucha, realizaran las transformaciones que nuestros pueblos necesitan, no un gobierno de turno, que por más popular que sea, sólo estará de paso. Comenzar a construir el camino que nos permita fortalecer al movimiento popular en vistas de ese proceso, es la tarea fundamental del actual período.
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