No es extraño que
en los últimos tiempos sean cada vez más reiterados los conflictos que surgen
por la destrucción al medio ambiente que generan proyectos implementados por
empresas nacionales y transnacionales. Aysén se levantó no sólo por ser una
región abandonada, sino por la lucha que iniciaron sus pescadores artesanales
en contra del colapso marino que está generando la industria pesquera. También
fuimos testigos de una Patagonia levantada en contra de la termoeléctrica de
Hidroaysén, del conflicto en Freirina con la planta industrial de cerdos,
Pascua Lama de Barrick Gold en el valle del Huasco, el ducto de CELCO en Mehuín
y un sinfín de problemáticas a lo largo de todo el país. Y es que nos
encontramos en una fase de uso y contaminación indiscriminada de la naturaleza.
La razón fundamental de esto es que en
el sistema capitalista la naturaleza es una mercancía, transformándose
en un espacio por conquistar y un objeto que sirve como fuente inagotable de
recursos o como basurero, siendo el capital y el mercado quienes regulan el uso
y acceso a ella.
En los últimos
años el incremento de las emisiones de CO2 ha alcanzado las mayores cifras,
llegando a un valor punta de 30, 6 gigantoneladas durante el año 2010 en todo
el mundo. Alemania de una superficie propia de 7 millones de hectáreas
explotadas, se ha apropiado virtualmente de otros 7 millones fuera de la Unión
Europea, lo que equivale a casi un 40% de su propia superficie. De esas hectáreas
de explotación fuera de la UE, alrededor de dos millones se destinan para la
producción de soja utilizada en producción industrial ganadera. Sumado a esto,
se sigue talando la selva amazónica para forraje ganadero y producción de soja.
En Chile la mayor parte de la producción pesquera se utiliza para hacer harina
de pescado cuyo fin es su uso como alimento en la producción industrial
ganadera. La eutrofización es cada vez mayor en el sur de nuestro país producto
del monocultivo de eucaliptus y pino (especies que no son propias de nuestra
flora) para la industria forestal, dejando imposibilitadas a miles de familias
de cultivar sus tierras, matando su principal fuente de subsistencia. Las
mineras en el norte utilizan la poca agua que existe para la producción de
cobre y otros minerales, que también son exportados a países industriales como
materias primas que luego vuelven como objetos y bienes manufacturados.
Estos son algunos ejemplos de las consecuencias que
desencadena esta perspectiva sobre la naturaleza, constituyendo una historia de
saqueo ambiental, expropiación de tierras a comunidades originarias, usurpación
de los recursos, y el control del acceso a todas y todos los chilenos (control que en realidad se transforma en
privatización y mercantilización).
El capitalismo
en su sed de acumulación se ha alimentado de la explotación de las y los
trabajadores, por un lado, y por otro, del abuso de la naturaleza como la
condición material necesaria para la producción. Sin embargo, esto último se ha
transformado en un problema para el propio capitalismo, pues los problemas
medioambientales graves impiden la continuidad de la producción, por lo que las
empresas y gobiernos se ven obligados a buscar formas “sustentables” de
desarrollo; pero esas posibles salidas al problema son siempre limitadas pues
el costo de la inversión ecológica en los proyectos siempre debe ser el mínimo
para que no entorpezca la acumulación de capital (base del funcionamiento de
este sistema económico), transformando la visión y “sustentabilidad” en una
herramienta limitada al verse subordinada a los intereses del mercado.
La falsa regulación
y las limitaciones de la sustentabilidad
Un requisito existente
en la actualidad para la realización de un proyecto industrial es que las
empresas pasen por un proceso de EIA (Estudio de Impacto Ambiental), el cual
requiere de una investigación en terreno sobre los posibles impactos negativos
que dicha intervención puede generar. Dentro de esos impactos a analizar se
incluyen el lado ambiental y el lado social. El ambiental implica la toma de
muestras de suelos, aguas, etcétera, mediciones, entre otros. La parte social
implica la revisión del territorio, los habitantes, su cultura y los posibles
que puedan tener alta relevancia ritual, religiosa o patrimonial. Además, exige
un proceso de información y “consulta” a los habitantes del lugar, sin embargo
esa consulta a la hora de las decisiones tiene un mínimo peso, pues adquiere un
rol de “sugerencia” y no es determinante. Una vez realizado el estudio, se debe
enviar a la COREMA (Comisión Regional del Medio Ambiente) quién se encarga de
evaluar, y aprobar o rechazar el proyecto.
Pero cuando se
trata de un mega proyecto (Pascua Lama, Hidroaysén, Castilla, etc.) que implica
grandes inversionistas y por lo general pertenecientes a conglomerados
extranjeros, difícilmente se rechaza el EIA, pues muchas veces los
participantes de la comisión de evaluación se encuentran vinculados de alguna u
otra manera con los intereses de las empresas y las familias dueñas de dichos
grupos económicos (Angelini, Matte, Frei, etc). Por eso es que uno de los pocos
requerimientos que tiene una empresa para instalar un proyecto, es ineficiente,
y pasa a ser más un protocolo, un trámite
y una limpieza de imagen legal para empezar a saquear y explotar.
Esto no es
extraño si tomamos en cuenta que para el Capitalismo mientras menos
intervención estatal haya es mejor, y es el Estado el que tiene por rol
fiscalizar y regular. Y como aún tiene ese rol (en pequeñas dosis), lo que han
hecho los poderosos es ocupar puestos en el gobierno y modificar leyes a su
antojo que apuntan al despojo y apropiación de los territorios, privatización
de los recursos naturales y la mercantilización del medioambiente, quedando nosotros,
las grandes mayorías, privados a acceder a ellos y
obligados a ser parte de la mano de obra barata de sus empresas.
La lucha por el
medio ambiente debe ser parte de la lucha de clases
No podemos
seguir creyendo que la naturaleza es un ente ajeno a la vida humana. Si la
naturaleza se ve dañada, nosotros también sufriremos esos daños, pues nuestras vidas están
íntimamente relacionadas con el medio ambiente. El quintil más bajo de la población
mundial recibe sólo el 2% del ingreso mundial, además la situación de vida de
un tercio de la población mundial que vive de recursos naturales sigue
empeorando debido al cambio climático, escasez de agua, deforestación de
bosques o desaparición de especies.
Los conflictos
ambientales en realidad son socioambientales pues nos competen a todas y todos;
la pobreza y miseria que son parte de las nefastas consecuencias del
Capitalismo, también son problemas ecológicos, pues, si vivimos en un lugar
donde la contaminación del suelo y el agua es tóxica, eso repercutirá
directamente en nuestra alimentación, afectando nuestra salud y sobrevivencia,
empeorando cada vez más nuestra calidad de vida. Es por ello que los problemas
actuales en nuestra sociedad debemos analizarlos integralmente, entendiendo que
son efectos de un sistema que destruye toda vida en pos de la acumulación de
capital, y a costa de la explotación de hombres, mujeres y el medio ambiente.
El uso de los
recursos naturales y la existencia de pobreza están íntimamente relacionados.
Actualmente los recursos han sido apropiados por un reducido número de empresas
(privatizados), son sobreexplotados sin ningún tipo de control, y son
mercantilizados. Todo esto contribuye a la reproducción y aumento de la
pobreza. Por ello es que, si la destrucción ambiental la ejercen los
capitalistas, la defensa de la tierra es un deber de toda la clase que
históricamente ha sido abusada y maltratada, pues no es sólo un problema de
contaminación, sino que una amenaza para la sobrevivencia como género (ser
humano), ya que esto afecta en nuestra alimentación (cada vez más dañina,
artificial y manipulada) y en nuestra salud (problemas respiratorios y
cardíacos). La lucha por el medio ambiente debe ser parte de la lucha social de
clases, parte de la búsqueda de emancipación de los trabajadores y
trabajadoras.
Si existe
organización social para la lucha por un territorio o un recurso (el cobre,
litio, el mar, la tierra) en contra de la invasión y/o amenaza de una empresa o
del gobierno, estamos frente a un conflicto socioambiental, pues las
consecuencias de la intervención de una empresa en un territorio no son sólo
ambientales, sino también tiene directas consecuencias en el ámbito social.
Ejemplo de esto son las estrategias que las empresas emplean para dividir
comunidades en resistencia a sus diferentes proyectos, lo que termina
destruyendo los lazos y relaciones de afectividad, descomponiendo su
constitución, generando pobreza, la pauperización laboral, etc. Para esto, es clave
dejar a un lado la lectura de “sustentabilidad” capitalista para estos
problemas, así como también la lectura “ambientalista” de moda. Si bien esta
última tiene una perspectiva un poco más crítica, sigue siendo una postura que
deja de lado el ámbito social, transformando esta problemática en algo aislado,
por ende deja de ser anticapitalista, y aún más deja de lado la perspectiva
clasista de este conflicto. Por ello es que debemos volver a dar una vuelta e
incorporar estos problemas a la lucha y al movimiento popular.
Una lucha que parte por la recuperación de nuestros
recursos naturales
Si los recursos
naturales fueran realmente de todas y todos los chilenos y no de empresas extranjeras y, además, lo que se
obtiene de su producción se destinara en inversión en salud, educación,
vivienda, mejoraría nuestra calidad de vida. Por otro lado, si se respetaran
los ciclos de reproducción propios de la naturaleza no existiría
sobreexplotación de los recursos y no nos enfrentaríamos a la amenaza de su
extinción. Así, claramente la pobreza podría disminuir. Por eso es tan
importante la lucha por los recursos y el medio ambiente, pues definen, en gran
medida, nuestra subsistencia y calidad de vida. Por ello es que la lucha por la
recuperación de los recursos, de la tierra y el mar se transforma en un eje
fundamental al interior de la lucha de clases y la organización popular.
Fresia
Calderón
Publicado en el nº15 del periódico libertario "Solidaridad"
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