martes, 4 de junio de 2013

Las “Coordinadoras Interfabriles” de los 70’s en la Argentina. Una experiencia de autoorganización obrera en las fábricas trasandinas.

[artículo publicado en la edición n°16 de Solidaridad]

Las Coordinadoras Interfabriles, encarnaron el anhelo de miles de trabajadoras y trabajadores de avanzar en la construcción del socialismo en la Argentina. Frente a un contexto sumamente adverso, en donde el Golpe de Estado se podía oler, las Coordinadoras, al igual que nuestros “Cordones Industriales”, intentaron mediante una activa movilización, no solo contener el avance de la derecha más fascistoide, sino que crearon virtuales embriones de poder obrero directo en los principales reductos fabriles de las grandes ciudades.


Un antecedente directo: el “clasismo”

A finales de la década de los 60, Argentina se encontraba nuevamente bajo un régimen militar. En la ciudad de Córdoba, en mayo de 1969 se produjo un levantamiento conducido principalmente por la clase obrera: “El Cordobazo”. Esta primera explosión obrera y popular, daría inicio a una serie de otros movimientos con características semi insurreccionales en diversos lugares del interior del país. El fin de este ciclo de luchas, propiciaría la caída de la Dictadura de Onganía y Levingston. Sin la presión y la orientación clasista y combativa de diversos gremios, que habían sido recuperados por activistas de izquierda y se habían enfrentado a las direcciones conciliadoras y pro-patronales, esto hubiese sido imposible. Ejemplo de este nuevo sindicalismo que promovía la democracia sindical y la acción directa de masas, fueron Sitrac-Sitram (Fiat), Luz y Fuerza y Smata en Córdoba, y la Unión de Obreros Metalúrgicos (UOM) de Villa Constitución. 


El gobierno peronista no logra solucionar los problemas de la clase trabajadora

La vuelta de la democracia formal y el regreso de la figura de Perón a la Argentina, no lograron detener la efervescencia del movimiento popular. Luego del fugaz gobierno del populista Cámpora y su fracasado “pacto social” (que incluyó el congelamiento de precios y salarios) para frenar el enfrentamiento de clases, la derecha peronista se hizo con el poder, promoviendo reformas sociales que atentaban directamente contra el nivel de vida que la clase trabajadora había ganado mediante decenas de cruentos combates. Así, rápidamente toda ilusión de un futuro mejor para los de abajo, se fue desvaneciendo a la luz de los acontecimientos que vertiginosamente se iban sucediendo. 
En Junio de 1975, Celestino Rodrigo, Ministro de Economía, impulsó un “paquete de medidas”, que tenían como objetivo revertir la crisis económica y ganar el apoyo de la burguesía autóctona y del imperialismo al intentar liquidar al activismo de izquierda de los centros de trabajo. Entre las disposiciones tomadas por este plan de ajuste y de estabilización del capitalismo argentino, lo que más repudio generó entre la clase trabajadora, fue el aumento de las tarifas públicas (transporte, luz, gas, pan, etc.), el congelamiento de las paritarias y el establecimiento de topes salariares. La clase proletaria, rápidamente comenzó a organizarse desde abajo, a pesar de los designios de la direcciones oficiales del movimiento obrero, quienes intentaron frenar a toda costa la respuesta organizada de las y los trabajadores.

Una huelga general forjada desde abajo, contra los patrones y la burocracia sindical

Las Coordinadoras aparecen de manera formal durante la última semana de junio de 1975, poco antes del llamado de la cúpula de la CGT a realizar un paro general sin movilización el 7 y 8 de julio contra las medidas económicas del gobierno. Obligados por la base obrera la burocracia sindical cedió para no ser desbordada por la izquierda. Sin embargo, debido al trabajo cotidiano, silencioso y minucioso de miles de militantes de izquierda, rápidamente el paro pasó a transformarse en la primera huelga general contra un gobierno peronista. Las movilizaciones, marchas, enfrentamientos y tomas de fábrica, se sucedieron por todo el país, dirigidas por los Sindicatos Combativos, Comisiones Internas y Cuerpos de Delegados. “El Rodrigazo”, como se bautizó popularmente esta nueva victoria obrera, dio como resultado la caída sin pena ni gloria del Ministro de Economía y la huida del país del fascista López Rega, Ministro de Bienestar Social.


¿Qué fueron las Coordinadoras?

Al no encontrar en la mayoría de los sindicatos oficiales (controlados por la burocracia) eco a sus reivindicaciones más sentidas, las y los obreros decidieron unirse desde abajo, saltándose los límites institucionales impuestos por la legalidad sindical. Es así, como la Coordinación de Comisiones Internas, Cuerpos de Delegados y Gremios en Lucha, centralizó y asumió de hecho una conducción alternativa del movimiento obrero, por la base y de forma democrática; con mandato expreso y revocabilidad inmediata de los delegados en caso de ser necesario. Este proceso de maduración no ocurrió de manera espontánea, sino que fue promovido por las distintas fuerzas de izquierda que componían el activo militante en las fábricas; la Juventud Trabajadora Peronista (JTP-Montoneros), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el Peronismo de Base, el Grupo Obrero Revolucionario (GOR), la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO), Política Obrera, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), entre otras, fueron algunas de las organizaciones que trabajaron codo a codo, junto a las fracciones más dinámicas del proletario por impregnar de una orientación de ruptura hacia el socialismo al movimiento obrero.
Las Coordinadoras se organizaron por zonas geográficas y funcionaron en base a asambleas por fábrica. En la Provincia de Buenos Aires, se levantaron Coordinadoras en la zona norte, sur, oeste y La Matanza, además de en La Plata, Berisso y Ensenada, abarcando más de un centenar de empresas (que contaban con alrededor de 100.000 trabajadores), en Córdoba existió la “Mesa Provisoria de Gremios en Lucha” que cumplió una función equivalente a las Coordinadoras, y en otros puntos del país el modelo organizativo fue paulatinamente extendiéndose. En general su radio de influencia abarcó a los grandes establecimientos industriales y a los sectores estratégicos de la economía (fábricas automotrices, metalurgia, etc.), no pudiendo concentrar a la mayor parte del proletariado argentino, ni tampoco formalizar una coordinación nacional efectiva, cuestión que sería fatal en el futuro. Algunas empresas en donde las Coordinadoras estaban presentes fueron: la Ford, los Astilleros Astarsa, la Editorial Abril, la General Motors, la Peugeot, el Frigorífico Swift, la Propulsora Siderúrgica, Fiat, etc.   
Algunos de los métodos de lucha más utilizados para alcanzar sus reivindicaciones tanto “económicas”, como “políticas”, fueron la ocupación de fábricas -tomando incluso en ocasiones a ejecutivos como rehenes-, la autodefensa obrera, el ausentismo laboral, la baja deliberada de la productividad, las huelgas de brazos caídos, las huelgas solidarias, etc.
Muchos dentro de las Coordinadoras notaron que era necesario trascender lo gremial, e intentaron tender lazos con las barriadas circundantes a las empresas, tratando de generar un movimiento lo más amplio posible, de carácter multisectorial, en donde diversas organizaciones populares pudieran coordinarse para la lucha. Sin embargo, los hechos se precipitaron demasiado rápido antes de que esta idea se transformara en algo concreto.
El Estado y la burocracia sindical aliada a éste, comenzaron rápidamente a perder el control a nivel fabril. El empresariado notaba que el accionar obrero organizado estaba “impidiendo la libertad de trabajo, la producción y la productividad”. Para los dueños del país era necesario frenar a toda costa, el accionar de lo que ellos denominaban la “guerrilla fabril”, la subversión en las fábricas. Los despidos, la represión, las cárceles (a fines del ’75 había más de 4000 presos políticos en todo el país), los secuestros y los asesinatos selectivos perpetrados por la acción paramilitar de la Triple AAA (Alianza Anticomunista Argentina), no mermaron todas las fuerzas de la clase obrera, quien envuelta en un reflujo del campo popular, no bajó los brazos y no dejó de luchar en ningún instante. Es así, que ante la ineficiencia del gobierno de Isabel Perón de frenar la combatividad obrera y popular, es que la burguesía y el imperialismo se deciden finalmente por la estrategia del Golpe de Estado.
Y el Golpe llegó finalmente el 24 de marzo de 1976. A pesar de la resistencia obrera que ocupó más de 200 fábricas, los militares pasaron por encima del movimiento obrero y popular, liquidando a una generación que luchó heroicamente por el socialismo y la libertad, pero que nos dejó un enorme legado y experiencias que debemos leer con cabeza propia, para seguir adelante con el proyecto de liberación de los explotados y oprimidos del mundo entero.

Espartaco Gatti























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