viernes, 23 de agosto de 2013

La “primavera árabe”: reconfiguración del mapa del Norte de África y Oriente Medio

Desde el año 2011 que el Norte de África y Oriente Medio se encuentran convulsionados por una ola de protestas y luchas democráticas impulsadas por amplias capas de la población, que sacudieron los cimientos de varios gobiernos que parecían inamovibles desde hace años. Resulta claro que lo que occidente ha llamado “primavera árabe” ha transformado –y continúa transformando- el escenario político de la región desde esa tarde en que Mohamed Bouazizi, joven tunecino vendedor ambulante, se prendió fuego en la ciudad de Sidi Bouzid en protesta porque la policía le había confiscado su mercancía. La izquierda, lamentablemente más fuerte en los extremos de la región -Túnez y el Kurdistán- se enfrenta a momentos decisivos en Siria, Túnez y Egipto en medio de esfuerzos renovados del imperialismo por retomar el control de la situación e imponer su agenda propia.
Guerrilleras kurdas de las YPG. La mujer cumple un rol fundamental en la revolución impulsada por la izquierda en el Kurdistán.
Guerrilleras kurdas de las YPG. La mujer cumple un rol fundamental en la revolución impulsada por la izquierda en el Kurdistán.

por Felipe Ramirez. [publicado en anarkismo.net]
El auge de protestas en los distintos países de la región, gobernados en ese momento en su mayoría por diferentes gobiernos autoritarios, hizo que numerosos intelectuales y analistas del mundo llegaran a hablar de una serie de revoluciones sociales en la zona. La caída de gobernantes como Ben Alí, Muamar Gadafi, Hosni Mubarak o de Ali Saleh en Yemen, así como las protestas en Bahréin, Argelia, Marruecos y Turquía instalaron la imagen de que los pueblos de esa zona del mundo avanzaban hacia una democracia según el modelo occidental, dejando atrás dictaduras y regímenes autoritarios que oprimían a la población. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja que la que se nos presenta a primera vista y el carácter revolucionario de las protestas, más que cuestionable, no sólo por la injerencia internacional en los conflictos suscitados y el aparente retroceso en varios países a situaciones de autoritarismo, sino por la nula transformación de los sistemas económicos locales luego de las revueltas1, que incluso no han tocado el potente rol económico que cumplen instituciones como el ejército en Egipto.

Lo cierto es que en la región existe una lucha violenta entre diversas fuerzas:

Entre estas están las fuerzas sociales representadas por la izquierda –fundamentalmente sectores obreros organizados y urbanos con apoyo relativo de algunas capas medias-, los intereses imperialistas de EE.UU. –defendidos de forma directa a través de la OTAN pero que incorporan a dos potencias regionales rivales: Turquía y Arabia Saudita-, el “eje chiita” –Iran, Hezbollah y el gobierno de Bashar Al-Assad-, partidos islámicos moderados –como Ennahda y los Hermanos Musulmanes, en línea del AKP turco- y las organizaciones islamistas radicales sunitas, ligadas fundamentalmente a Al-Qaeda. Fuerzas que se encuentran en medio de un enfrentamiento fratricida entre pueblos, tribus y minorías religiosas de las que sólo el imperialismo ha sacado cuentas alegres y va recuperando poco a poco la iniciativa política luego de sus derrotas en Afganistán e Irak2 .

Túnez, el inicio de las luchas democráticas y la irrupción imperialista en Libia

Desde el inicio de las protestas en Túnez –país en donde junto al Kurdistán la izquierda cuenta con una importante fuerza relativa- es posible caracterizar las luchas desarrolladas como democráticas, exigiendo mayores espacios de participación política y libertades básicas como libertad de expresión, respeto a los derechos humanos, así como aseguramiento del derecho de las mujeres, entre otras demandas. Indudablemente tanto en Túnez como en otros países fueron los trabajadores y la clase media urbana la espina dorsal de las movilizaciones, sumándose pronto campesinos y trabajadores del campo, en donde han tenido históricamente sus bases de apoyo las distintas organizaciones islámicas.

Sin embargo, en el momento en el que las manifestaciones comenzaron a desatarse en nuevos países –Egipto, Bahrein, Yemen, Siria, Libia, Jordania, Argelia, Marruecos- el imperialismo comenzaba a ver con mayor interés sus posibilidades de intervenir, sobre todo debido a que sus dos representantes principales, Turquía y Arabia Saudita, se levantaban como bastiones de estabilidad, recursos monetarios y con amplia legitimidad en la región. El primero gracias a su potente postura frente a Israel luego del ataque a la flotilla en apoyo a Gaza3 –siendo Erdogan el primer dirigente en viajar a Túnez luego de la caída de Ben Alí- y Arabia Saudita gracias al apoyo de las monarquías del golfo a diversos partidos islámicos mediante su abultada chequera petrolera, que la hace inmune incluso a presiones por parte de Estados Unidos para reformar su brutal régimen interno, discriminador contra su minoría chiita y uno de los más rígidos contra las mujeres. Las circunstancias iban abriendo la posibilidad de aprovechar las protestas para que se avanzara en su agenda particular.

De esta forma, la OTAN aprovechó las diferencias tribales al interior de Libia –uno de los países más prósperos de la región, con infraestructura, educación y salud envidiables- así como rivalidades regionales entre Tripolitania y Cirenaica, para generar un conflicto interno que permitiera una intervención militar4. No importaba que Gadafi –antiguo emblema de los países no alineados- realizara algunas reformas orientadas según los cánones neoliberales y se instalara como un aliado en la lucha contra el terrorismo islámico luego del 11 de septiembre de 2001; para EE.UU. y la OTAN era una oportunidad inestimable de quitarse de en medio a un antiguo enemigo y asegurar su acceso al petróleo del país.

Egipto: Alianza entre el islamismo y el imperialismo

De igual forma, el gobierno de Mubarak era uno de los grandes aliados de EE.UU. e Israel en la región desde el tratado de paz firmado en marzo de 1979 entre Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menajem Beguin, siendo el ejército egipcio –en el que sin embargo continúa existiendo influencia de sectores panarabistas de tendencia nasserista- de los que recibe más asistencia militar de EE.UU. en el mundo, sólo equiparable con el mismo Israel y Colombia. Eso no fue impedimento para que desde el año 2007 la administración Bush iniciara contactos con los Hermanos Musulmanes preparando el escenario ante la posible necesidad de un cambio de administración en el país más poblado del mundo árabe. En esa oportunidad según el periódico “The World Street Journal”5 el gobierno estadounidense se reunió con grupos cercanos a la Hermandad de Egipto, Siria, Jordania e Irak, identificando al gobierno iraní y sirio junto a Hezbollah y Hamas como una “amenaza a la estabilidad de la región”.

El alza de las luchas sindicales desde el 2008 y el creciente descontento de la clase media urbana empobrecida generó un escenario proclive para la caída de la dictadura -que se había caracterizado por una ruda represión a las luchas de la clase trabajadora- y al avance de los Hermanos Musulmanes al gobierno luego de unas polémicas elecciones, en donde la izquierda y los sectores progresistas afines a occidente quedaron en tercer lugar –detrás de un ex ministro de Mubarak-. El nuevo gobierno, aliado con partidos salafistas, se convirtió en un respaldo claro para Hamas6 y oxigenó a la bloqueada población de la Franja de Gaza en momentos en los que EE.UU. buscaba de manera intensa generar un proceso de paz entre Fatah e Israel, como forma de relegitimarse en la región. Esto lo convertía en una piedra en el zapato para los intereses norteamericanos.

Pero la crisis regional se expandía rápidamente. Las protestas fueron aprovechadas por Arabia Saudita para consolidar su rol regional a través de una serie de maniobras políticas y militares. En primer lugar, apoyándose en el gobierno de Qatar profundizó su hegemonía en el “Consejo de Cooperación del Golfo” y su respaldo a los sectores islamistas sunitas en las protestas de Siria, Egipto y otros países. Además buscó controlar a las mayorías chiitas en Yemen y Bahrein –gobernadas por monarquías sunitas7- mediante sucesivas intervenciones militares que pusieron fin a las movilizaciones que buscaban democratizar esos países -transformándose progresivamente el primero en un nuevo bastión de la organización Al-Qaeda- acusando a Irán de estar detrás de la agitación chiita. De esta forma buscaba aislar a sus competidores en el mundo musulmán, Turquía e Irán –ninguno étnicamente árabe- y apuntalar su nueva posición de potencia intermedia en el concierto mundial. Sin embargo sus rivales, sobre todo el primero, demostraron tener intenciones similares.

El gobierno islámico del Partido de la Justicia y el Progreso –AKP, de tendencia conservadora e islamista moderada- llevaba en el gobierno desde el año 2002, realizando una serie de reformas en ese país tradicionalmente laico y con unas fuerzas armadas que durante décadas habían sido defensores de la separación entre el Estado y la religión, y especialmente adictas al golpismo. Si bien durante años había buscado que Turquía fuera incorporada a la Unión Europea, el constante desaire por parte de la organización occidental –sumado al rol subordinado que cumplía en la OTAN- terminaron orientando hacia Oriente Medio su atención. La ofensiva en apoyo de Hamas así como su respaldo activo a los rebeldes en Túnez y el gobierno de Ennhada le permitieron instalarse como un nuevo jugador en la región, a pesar de la desconfianza árabe hacia los herederos del autoritarismo otomano. Eso, sumado a su capacidad de sortear de manera particularmente positiva la crisis económica, le permitió al AKP transformarse en un incipiente modelo político musulmán similar a la Democracia Cristiana occidental.

Sin embargo, su cada vez mayor involucramiento en la crisis en Siria –que la llevó a enfrentarse al eje chiita debido a su respaldo activo a la insurgencia sunita8-, así como el surgimiento de protestas internas contra la progresiva islamización del país, el creciente autoritarismo del gobierno, así como las negociaciones con la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) –la otra gran fuerza de izquierda en la región junto a la izquierda tunecina- luego de casi 30 años de guerra interna, socavaron la fuerza que respaldaba su posición regional. Sería el primer elemento mencionado el que terminaría por arrastrar a Turquía a los conflictos sectarios que desangran desde hace años a Irak.

Esto porque poco a poco la crisis en Siria se transformó en el principal teatro de operaciones de la región, ya que reunía en su seno a las distintas fuerzas políticas regionales en pugna.

El gobierno autoritario del partido Baath, en el poder desde la década de los 60 y que mantiene a su frente a Bashar Al-Assad –miembro de la minoría chiita “alauita” y aliado de otras minorías religiosas- se había caracterizado al igual que Libia de mantener un nivel de vida superior al de la media regional. Sin embargo, eso no impidió que a partir del 2011 diversas fuerzas comenzaran a pugnar por reformas democráticas, incorporándose rápidamente demandas tendientes a incorporar a la estructura de poder a la mayoría sunita, influenciada por liberales asilados en occidente.

Si bien la represión fue la primera reacción del régimen como había sido su costumbre, en agosto de ese año el gobierno anunció una serie de reformas profundas que se implementarían en el mediano plazo9, incluyendo un sistema multipartidista, elecciones parlamentarias y el establecimiento de una nueva constitución –aprobada en febrero del 2012 y que incluyó la eliminación de la disposición que definía al partido Baath como “el principal partido de la sociedad y el Estado” -. A pesar de esto la oposición reunida en el Consejo Nacional Sirio –que reunía a la mayoría de las fuerzas liberales opositoras, así como fuerzas islámicas radicales- decidió pasar a un enfrentamiento militar10 con el gobierno contando con el apoyo de Turquía, Qatar y Arabia Saudita, así como veladamente de la OTAN y EE.UU., que incluso entrenó fuerzas opositoras del “Ejército Libre de Siria” en Jordania. A pesar de que los servicios secretos occidentales así como la prensa dieron por derrotado al gobierno en innumerables oportunidades, el firme respaldo de Rusia –a diferencia de su actitud blanda en el caso de la crisis en Libia- así como la creciente ayuda militar de Irán y sobre todo del partido-milicia Hezbollah ha permitido que el gobierno haya recuperado la iniciativa política y militar. Lentamente el gobierno ha ido recuperando territorios en contra de una oposición que cada día luce menos democrática y menos unificada, y cada vez más dominada por organizaciones salafistas e incluso por miembros de Al-Qaeda.

Pero el gobierno –y su respaldo chiita- y el ELS –y su respaldo en las monarquías del Golfo y la OTAN- no son las únicas fuerzas en pugna en la crisis siria. Junto a estos se instala de manera potente la izquierda kurda representada por el Partido de la Unión Democrática (PYD), organización hermana del PKK.

La crisis en Siria y el salto al tablero de la izquierda kurda

Actualmente es posible decir que el imperialismo lucha incansablemente en la región para reinstalarse como un actor importante, defendiendo sus intereses mediante aliados variados que van desde gobiernos regionales a fuerzas políticas “desechables” como los Hermanos Musulmanes o el radicalismo salafista, ligado a Al-Qaeda –con quienes si bien se encuentran en “guerra” desde el 2001 mantuvieron una alianza durante la guerra de Afganistán contra los soviéticos-.

Ante esta ofensiva el eje chiita ha intentado reaccionar reconstruyendo sus alianzas regionales –sobre todo mirando hacia Rusia-, reforzando al gobierno de Siria con apoyo militar sobre todo desde Hezbollah e Irán ante el recrudecimiento de los ataques, y restándole apoyos internos a la oposición a través de la generación de reformas políticas y la protección de minorías y distintos sectores sociales ante la violencia sectaria de los grupos salafistas.

En este escenario los kurdos, que conforman alrededor de un 10% de la población del país, han impulsado un proceso revolucionario propio que no los han enfrentado directamente con el gobierno pero que les ha permitido generar un gobierno autónomo de facto en el norte y noreste del país11, incluyendo varios pasos fronterizos hacia Irak y Turquía, y pozos petroleros en el área de Hasaka. Pero para hacerse una idea cabal de lo que está pasando en Siria respecto al pueblo kurdo hay que hacer un poco de historia.

El pueblo kurdo se encuentra repartido entre los estados de Turquía, Irán, Irak, Armenia y Siria sumando alrededor de 40 millones de personas, siendo ciudadanos de segunda clase en todos estos países excepto en Irak, en donde desde la invasión norteamericana se conformó un Estado autónomo en el norte, bajo el liderazgo de dos partidos políticos conservadores: la Unión Patriótica del Kurdistan del presidente de Irak, Yalal Talabani, y el Partido Democrático del Kurdistan del actual líder del gobierno autonómico Masud Barzani, con el activo apoyo de la OTAN12.

Sin embargo a diferencia de la situación en Irak, en donde viven entre 4 y 6 millones de kurdos, sus hermanos en Turquía –alrededor de 15 millones de personas- no cuentan con ningún derecho o reconocimiento como pueblo a pesar de que ese país forma parte de la OTAN y ha intentado durante años ingresar en la Unión Europea. Todo lo contrario, los partidos políticos kurdos han sido ilegalizados –como sucedió con el Partido de la Sociedad Democrática (DTP) el 2009, que contaba con numerosos alcaldes y parlamentarios y cuya puesta fuera de la ley implicó la detención de 3 mil militantes13 - o han sido reprimidos, como sucede hoy con el Partido de la Democracia y la Paz (BDP)14 15 , que también tiene presencia en el parlamento y municipalidades.

Dichos ataques se llevan a cabo con la excusa del “combate al terrorismo”, que es la acusación que desde el Estado turco, los Estados Unidos y la Unión Europea se dirige contra el partido político más fuerte de este pueblo sin estado: el Partido de los Trabajadores del Kurdistan (PKK).

Esta organización, nacida en 1978 en Turquía para luchar por la independencia del pueblo kurdo y liderada por Abdullah Öcalan, también llamado Apo por sus seguidores –actualmente preso en solitario a perpetuidad en la isla turca de Imrali- y que inició la lucha armada en 1984, cuenta con sus principales campamentos guerrilleros en las montañas Qandil en el norte de Irak, y sus bases operativas se encontraban hasta hace algunos meses en el sur de Turquía, donde habita la mayoría de la población kurda en ese país.

Además, cuenta con dos partidos hermanos en Siria –Partido de la Unión Democrática (PYD) cuyas milicias armadas se denominan Unidades de Defensa Popular (YPG)- y en Irán –Partido “Vida Libre del Kurdistan” (PJAK)- y un tercero en Irak llamado “Partido Democrático del Kurdistán” (KDSP), el que continúa esperando que el gobierno de Barzani autorice su funcionamiento legal, lo que ha sido negado en 2 oportunidades16.

Su orientación política ha cambiado desde el marxismo-leninismo que sostenía en el momento de su fundación hasta un acercamiento hacia posiciones libertarias desde el 2005, cuando Apo presentó su orientación estratégica del “Confederalismo Democrático”17, basado entre otros en posiciones de Murray Bookchin.

Actualmente se encuentra en negociaciones de paz con el gobierno turco que incluyen la progresiva retirada de sus guerrillas hacia el norte de Irak18, lo que sumado a una declaración de alto al fuego con el gobierno de Irán ha permitido que parte de sus milicianos se trasladen al norte de Siria en apoyo de las fuerzas del PYD19.

Desde el inicio de las protestas en contra del régimen de Bashar Al-Assad los kurdos fueron haciéndose cargo de manera progresiva de los territorios que habitaban con algunos enfrentamientos limitados con el ejército, aunque nunca se generó un estado de enfrentamiento directo entre las milicias kurdas y el ejército del régimen. Esto generó más de una crítica por parte de las fuerzas políticas reunidas en el Consejo Nacional Sirio20, reconocido por varios países como el representante del país hacia afuera.

A pesar de la actual división de las fuerzas políticas kurdas en Siria en dos ejes, uno reunido en torno al PYD, principal partido del país, y el otro agrupado en el Consejo Nacional Kurdo (CNK), que reúne a 15 pequeños partidos apoyados por el gobierno autónomo de Irak, las milicias de ambos sectores han trabajado juntas a lo largo del tiempo aunque con primacía de las mayoritarias fuerzas izquierdistas.

Sin embargo, el gobierno de Baschar Al-Assad no fue derrotado como sucedió antes con el de Muammar Gadafi. Todo lo contrario, con el apoyo de sus aliados y a medida que los sectores yihadistas iban hegemonizando a la oposición el apoyo al gobierno iba subiendo y el ELS perdía fuerza debido a sus conflictos internos, las Fuerzas Armadas han ido recuperando territorios. En ese escenario han sido las fuerzas yihadistas –tanto Al-Nusra como el EIIK- las que han atacado con fuerza los territorios kurdos acusándolos de apoyar al gobierno y de oponerse a la imposición de la sharia que ellos promulgan. Cientos de asesinatos21 y el secuestro de miles de civiles kurdos y cristianos asirios han sido denunciados mientras que varias decenas de miles de civiles han tenido que huir hacia Irak22 por la violencia sectaria desatada en el país.

A medida que la violencia yihadista se generalizaba incluso se vieron momentos de cooperación entre las milicias kurdas y las tropas del gobierno, como en el caso de la evacuación gubernamental de la base aérea de Menagh rodeada por fuerzas islamistas23, o de cooperación manifiesta entre el Estado de Turquía y los salafistas en los ataques en la zona de Sere Kaniye –Ras Al-Ayn en árabe-. Actualmente las fuerzas islamistas, presionadas por las tropas del gobierno, han intentado limpiar las zonas kurdas alrededor de Efrin y en los pasos fronterizos hacia Turquía para asegurar sus líneas de aprovisionamiento y el flujo de refuerzos y de apoyos, mientras el gobierno apuesta por ir avanzando lentamente y consolidar sus posiciones gracias al apoyo libanes e iraní, y los kurdos intentan resistir en sus posiciones tanto en el norte como en el noreste.

Tanto el futuro de la autonomía kurda en Siria como el futuro del gobierno del partido Baath se juegan en su lucha en contra de las fuerzas islamistas que se han atrincherado en la zona central del país, respaldados de manera más o menos abierta por las monarquías del Golfo Pérsico y por países de la OTAN. Es por eso que las noticias recientemente extendidas por la oposición relativas a un supuesto ataque químico del gobierno en las cercanías de Damasco suenan extrañas: el gobierno, contra todo pronóstico, va ganando la guerra lentamente tanto en el terreno –recuperando ciudades como Qamisli o en los alrededores de Homs- como en su apoyo popular –que ha llegado según fuentes de la OTAN al 70% 24-. Incluso hace pocos días permitió la entrada de observadores de la ONU precisamente a investigar las denuncias de uso de armas químicas, por lo que las denuncias realizadas resultan sospechosas.

Pero a pesar de todo esto, resultado de la guerra civil es imposible de predecir. Ni el gobierno con el apoyo del eje chiíta ni la oposición yihadista –cada vez más fuerte a medida que la lucha sectaria resurge en Líbano e Irak- ni los kurdos –del PYD o del CNK- tienen ganada la partida y pareciera que la OTAN y la intervención occidental busca cada día más una excusa para intervenir como lo hizo en Libia.

A nivel regional por su parte, pareciera que con el golpe militar en Egipto y el regreso de un régimen dictatorial –que incluso ha logrado que Mubarak pase a arresto domiciliario- marca un giro en la estrategia imperialista, y es un claro retroceso en las luchas democráticas de los pueblos de la región. Contra la opinión generalizada en la izquierda, la nueva injerencia militar en el país más habitado del mundo árabe no sólo golpea con fuerza a los “Hermanos Musulmanes” –que intentaban instalarse como un símil islámico de las democracias cristianas occidentales socialmente conservadoras y económicamente cercanas a las posiciones de los organismos internacionales- sino que con igual fuerza cierra el paso al proceso de fortalecimiento de las organizaciones de izquierda en el país, algo que sus partidos, que en su mayoría apoyaron el golpe de Estado, no terminan de ver25. Hay que recordar que luego de la caída de Mubarak y la instalación de un régimen militar temporal la represión se enfocó en desarmar las huelgas y movilizaciones de los trabajadores egipcios.

Por otra parte las intervenciones de tropas saudíes en Yemen y Bahrein –que pasaron desapercibidas a nivel internacional- han intentado ahogar las protestas de los grupos chiítas locales por más democracia, aunque en el segundo caso las masas pugnan poco a poco por recuperar la calle. En Libia mientras tanto, el caos interno se mantiene mientras corren rumores de ánimos secesionistas en el este del país, a pesar de declaraciones de dirigentes del antiguo régimen de Gadafi que afirman tener cierta presencia y apoyo popular que eventualmente les permitirían recuperar la iniciativa política, aunque una nueva operación militar de la OTAN continúa siendo el peligro más importante en contra de una ofensiva en contra de los grupos islamistas que se han instalado en las tierras libias.

En este momento gran parte de las posibilidades de avanzar en las luchas democráticas en la región se juegan en las tierras de Siria, Túnez y Egipto. La derrota del gobierno de Bashar Al-Assad por las fuerzas aliadas de la OTAN y los extremistas islámicos de Al-Qaeda –y por consiguiente también de la izquierda kurda reunida en torno al PKK- significará no sólo la derrota del eje chiíta, sino que la consolidación de un corredor imperialista desde Turquía, atravesando Siria e Irak, hasta el Golfo Pérsico, asegurando el control de los pozos de petróleo y el aislamiento final de Irán. La consolidación de una dictadura militar reaccionaria en Egipto implicará la edificación de un muro autoritario similar al generado por Mubarak frente a las ansias democráticas y socialistas levantadas por las masas de clase media empobrecida y los trabajadores egipcios, que hoy luchan, de manera instintiva, desorganizada y a veces contradictoria, por lograr avances concretos. Una derrota de la izquierda en Túnez –una de las más potentes junto a la del Kurdistán- o su alianza con los militares para sacar del gobierno a Ennahda, significará el entierro de la izquierda árabe en uno de los países donde cuenta con mayores márgenes de acción, con organizaciones de masas y con mayor legitimidad popular luego de 2 años de intensas luchas sociales.

Los últimos sucesos en Egipto y Siria, con el rechazo a medias a la represión y la amenaza de cortar el flujo de armas al ejército –aunque Estados Unidos mantiene por ahora sus apoyos a las Fuerzas Armadas- y el evidente montaje comunicacional en el país del norte referente a la utilización de gas sarín en contra de población civil, muestran con claridad la receta típica del imperialismo: Si en el país del norte de África se utiliza a dos fuerzas contrapuestas para impedir el surgimiento de una tercera –tanto el ejército como los Hermanos Musulmanes se han beneficiado del visto bueno de Washington estos años- en Siria se busca generar un escenario similar al de Libia que permita una intervención extranjera para acabar con las fuerzas que no son controlables por occidente.

Como decíamos en un comienzo, a pesar de todas las protestas y movilizaciones, la izquierda –excepto quizás en el Kurdistan y en Túnez- ha sido incapaz de levantar alternativas políticas que superen demandas democráticas, sin tocar por supuesto aún el sistema económico instalado desde hace años en la zona. Cabe preguntarse también qué rol cumplirán Rusia y China –protectores del gobierno sirio- en lo que suceda ahora, y también cuáles serán los resultados y las consecuencias del nuevo intento negociador en Palestina.

Este 24 de agosto se inicia en Erbil, Irak, una Conferencia Nacional kurda que reunirá a todos los partidos políticos de los 4 países en donde existen minorías de esa nación, en la que por primera vez se encontrarán frente a frente las fuerzas políticas reunidas en torno a Öcalan y los partidos conservadores nucleados en torno a Barzani. Buena parte de lo que suceda en el futuro en la región dependerá de lo que surja de esta reunión; una izquierda fortalecida y respaldada por 40 millones de kurdos puede reorientar la balanza en Siria en contra del imperialismo, pero un ala hegemónica conservadora –aliada desde los 90 con la OTAN- puede terminar de enterrar la lucha democrática en el país. Los próximos días serán determinantes.

Notas:

1. Alberto Cruz desarrolla este punto en particular en un interesante artículo publicado en el portal “La Haine” http://www.lahaine.org/index.php?p=63485

2. El mismo autor profundiza los efectos que tuvieron las retiradas de Irak y Afganistán en la capacidad de maniobra de EE.UU. en la región en 3 artículos. Si bien varios hechos relatados se encuentran desfasados, el examen de la dinámica entre la superpotencia y las potencias regionales continúa vigente. http://www.lahaine.org/index.php?p=52893

3. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=106963 y http://internacional.elpais.com/internacional/2010/07/0....html

4. Revisar esta entrevista a un colaborador de Gadafi publicada en el medio de prensa oficial del Partido Comunista de Venezuela http://prensapcv.wordpress.com/2013/08/16/entrevista-co...udas/

5. http://online.wsj.com/article/SB118530969571176579.html

6. http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/internacio...30717

7. http://fikraforum.org/?p=1485 y http://www.zerohedge.com/article/stratfor-update-saudi-...hrain

8. http://internacional.elpais.com/internacional/2012/07/0....html, http://sp.rian.ru/international/20120922/155064169.html y http://www.telesurtv.net/articulos/2012/08/10/terrorist....html

9. Una nota del periódico El Mundo indica que en marzo del 2011 el gobierno ya revisaba reformas políticas http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/28/internacional/....html

10. http://www.lahaine.org/index.php?p=63485

11. http://www.nabarralde.com/es/munduan/9826-la-autonomia-...icion

12. http://www.elciudadano.cl/2010/08/08/25261/la-cuestion-...ente/

13. Ídem.

14. http://www.infobae.com/2013/06/18/1073347-turquia-al-me...horas y http://desinformemonos.org/2012/11/el-gobierno-turco-ha...urda/

15. http://yakurdistan.blogspot.com/2013/07/reprimen-fuerza....html

16. http://yakurdistan.blogspot.com/2013/05/partidos-politi....html

17. http://solidaridadkurdistan.wordpress.com/confederalism...tico/

18. http://www.cuartopoder.es/terramedia/la-retirada-del-pk.../4995

19. http://www.aawsat.net/2013/08/article55312452

20. http://periodismohumano.com/en-conflicto/la-proxima-bat....html

21. https://solidaridadkurdistan.wordpress.com/2013/08/07/t...iria/

22. http://yakurdistan.blogspot.com/2013/08/exodo-de-kurdos....html

23. http://resistencialibia.info/?p=6131

24. http://www.worldtribune.com/2013/05/31/nato-data-assad-...inds/

25. Destaca la actitud de pequeñas organizaciones como el “Movimiento Socialista Libertario de Egipto” que rechazaron de inmediato el nuevo golpe de Estado -http://www.revleft.com/vb/statement-egyptian-libertaria...53714, y los trotskistas “Socialistas Revolucionarios” que se posicionaron rápidamente en contra de la represión militar http://apiavirtual.net/2013/08/16/declaracion-de-los-re...ipto/

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