El siguiente artículo fue escrito para el número 12 de "Solidaridad", publicación comunista libertaria, con anterioridad a la gran marcha del 28 de junio, que viene a confirmar su tesis central:
Vigencia del movimiento estudiantil
Recientemente distintos conflictos en educación se han ganado la atención pública, logrando
niveles de mayor o menor cobertura mediática.
Entre
éstas se encuentran la toma del Liceo Cervantes, la UTEM sede San Fernando, la
toma de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad
Central, la toma de la Universidad de Magallanes por parte de sus funcionarios
en abril, las pocas pero multitudinarias marchas que ha habido durante el
presente año, entre otras.
Si
bien la baja cobertura mediática de estos procesos es coherente con el objetivo
de bajarle el perfil a este tipo de conflictos por parte del Ministerio de Educación,
también se explica por sus dinámicas aun fragmentarias, las cuales han carecido
de convergencia y coordinación mayor, adoptando la mayoría de estas movilizaciones
un carácter interno a cada institución.
En
este contexto, ha sido el conflicto al interior de la Universidad del Mar el
que ha tenido mayor cobertura y relevancia por sus dimensiones.
¿Qué
nos dicen estos procesos sobre la crisis del sistema educativo y sobre el
estado del movimiento estudiantil?
En
primer lugar, la precaria situación de una de las universidades que más han
crecido producto del lucrativo sistema de mercado, ha vuelto a poner en
evidencia una serie de elementos estructurales de este modelo, que cada cierto
tiempo hacen estallar a instituciones educativas completas[1]
a modo de un síntoma de un problema mucho mayor.
Entre
estos elementos estructurales se encuentra que las instituciones privadas son
las mayores beneficiarias del sistema, a la vez que sus estudiantes son los más
perjudicados por el mismo (exceptuando a los estudiantes de universidades de
elite, que son una minoría). Es en este sector del estudiantado donde se
observan las contradicciones del sistema de manera más cruda y evidente. En el
caso de la U. del Mar, se trata de una universidad que ha retribuido a sus
dueños cientos de millones de pesos, por dichos de antiguas autoridades como el
ex rector Raúl Urrutia o el ex decano de medicina, Francisco Acevedo. Esto, mientras ha habido
cesación de pagos a académicos y funcionarios, y se habla del peligro que cerca
de 20.000 estudiantes a lo largo de todo el país sean perjudicados por el
cierre de la institución*.
Este
y los demás conflictos no han hecho más que reafirmar las legitimadas y
vigentes posturas del movimiento estudiantil: asegurar la educación como
derecho social, con un sistema de educación público, es decir, socializado y
controlado por las comunidades; lo que implica el fin al lucro y el control del
empresariado sobre la educación.
En
segundo lugar, este contexto permite dar cuenta de la situación en la que se
encuentra el movimiento estudiantil.
El
hecho que la mayoría de los conflictos abiertos en el sector de la educación se
trate de problemáticas locales, hace recordar las dinámicas de reflujo propias
de años que han sucedido a grandes movilizaciones. Esto ocurrió el año 2007,
después de las movilizaciones de los secundarios y el 2009 luego de las
protestas conducidas desde la Asamblea Coordinadora de Estudiantes
Universitarios y Secundarios (ACEUS) en 2008.
Sin
embargo, esta similitud es solamente parcial. Esto, porque la mayor parte de
las movilizaciones corresponden a espacios donde no hubo una participación
relevante en el proceso vivido el 2011. En este caso no se podría hablar de
reflujo. Al contrario, estos procesos dan cuenta tanto de la profundización de
la crisis del sistema educativo provocada por factores objetivos, como por la
incorporación masiva de estudiantes de instituciones privadas a estos debates,
promovidos, a su vez, por esta crisis del sistema. Pero, estos estudiantes aun
cuentan con niveles precarios de organización.
Entonces,
se observa un proceso de integración de los estudiantes de privadas al
movimiento estudiantil, lo cual va mucho más allá de integrar sus
organizaciones a la CONFECH, sino por participar como un actor relevante en las
luchas del sector, integrando nuevos contenidos reivindicativos que les son propios.
Por
su parte, si bien quienes protagonizaron las movilizaciones del 2011 han dado
cuenta de un desgaste importante provocado por la pérdida de clases, lo
duradero de los paros y por lo fuerte de la represión, esto tampoco se ha
traducido en un reflujo, como los que sí ocurrieron en otros procesos
importantes (2005, 2006, 2008, etc.).
Una
diferencia consiste en la no aceptación de acuerdos con el gobierno bajo la
premisa de sacar “lo que se pueda”. En experiencias recientes, este tipo de
lógicas ha terminado atacando “efectos” del sistema, a la vez que han reforzado
y fortalecido el modelo. Ahí la discusión entre distintos tipos de crédito
-como en el 2005- que intentó instalar el gobierno al proponer “arreglar” el
Crédito con Aval del Estado (CAE) bajando sus intereses y eliminando a la
banca, ha buscado asegurar que el endeudamiento se siga entendiendo como
condición natural para poder estudiar.
Afortunadamente,
el hecho que el movimiento no haya “firmado su derrota”, como en otros procesos
(acuerdo CONFECH-MINEDUC el 2005, Consejo Asesor Presidencial el 2006, etc.),
ha provocado que a nivel subjetivo se entienda que este movimiento no se ha
acabado. Al contrario, las marchas en marzo, abril y mayo han sido tan masivas
como a mediados del 2011, dando cuenta de la plena vigencia de este movimiento,
al cual le quedan más “rounds” que enfrentar y donde encontrará más peligrosos
que eludir. En este sentido, la coyuntura electoral en segundo semestre se
avecina como un riesgo de desistir en la lucha por delegar la participación
política a la institucionalidad y, donde el movimiento, todavía cohesionado con
demandas comunes, se divida tras los distintos “candidatos del pueblo” que se
le presenten.
Así, ambos fenómenos
-irrupción de estudiantes del sector privado y continuidad de los actores del
2011 en estas luchas- son un botón de muestra de cómo el movimiento estudiantil
se está reconfigurando y, de las nuevas (y viejas) orientaciones que deberá
tomar para seguir siendo un movimiento vigoroso y actual.
Juan Williams
*A
propósito de este conflicto, hay una solución que muchos piensan, pocos dicen y
nadie ha formulado: la expropiación. Esto sería una herejía en el caso de un
Estado neoliberal que entrega el control de todo a los empresarios. De ahí que
la expropiación debiera impulsarse desde las organizaciones de las propias
comunidades universitarias, que por primera vez se organizan de manera más
masiva, fomentadas por la misma crisis. Esta sería la única posibilidad de no
echar a los estudiantes a la calle, la posibilidad de garantizar el pago de sus
trabajadores y de asegurar que los egresados tengan las condiciones mínimas
para poder desempeñarse como profesionales.
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