El paro del 26 de Junio
convocado por la CONFECH fue una prueba para los sectores organizados de las y los
trabajadores y el pueblo, la primera gran manifestación posterior a una serie
de logros cuantitativos y cualitativos desarrollados durante el 2011. Expresión
de la unidad entre la clase trabajadora y los estudiantes, el
llamado a paro de la CONFECH y su articulación con sectores estratégicos de la
economía refleja un importante avance y pone en consideración pública la
transcendencia de dicha unidad.
Si bien los trabajadores
portuarios fueron los primeros en adherir a la convocatoria, reafirmado su
actual capacidad de movilización -que ya ha marcado hitos durante el 2011 y el
2013- los trabajadores del cobre también hicieron eco del llamado, así como la
CUT. En ese sentido, el paro viene a coronar un proceso de fortalecimiento de
algunas organizaciones de trabajadores y la continuidad de la lucha por la
educación, pero haciendo carne lo que ya el 2011 se visualizaba como clave: la
entrada del movimiento obrero a una lucha que es transversal y sólo puede ser
resuelta por el conjunto de la clase trabajadora y el pueblo.
Esto se muestra aún más relevante
cuando la movilización se trata no sólo de sectores estratégicos de la economía
nacional, sino que ésta se desarrolla a partir de aspectos que caen por fuera
de las demandas gremiales. En otras palabras, entramos en un área de desarrollo
que denota a un sector de trabajadores muy avanzado (aún pequeño en términos
numéricos y que deja claro el desarrollo desigual y combinado del movimiento
obrero) y que empieza dar cuenta de una
variación importante, en lo que Gramsci definía como “los diferentes momentos de la conciencia política colectiva”, es decir, empezamos
a evidenciar el paso de una conciencia meramente “económico-corporativa” a una
conciencia que contempla “la solidaridad
de intereses entre todos los miembros del grupo social”, pero todavía en el
campo meramente económico. Si bien este nivel de desarrollo “plantea la
cuestión del Estado” (expresado en las demandas por “reformar el modelo”), sólo lo hace “en el terreno de lograr una igualdad política-jurídica con los
grupos dominantes, ya que se reivindica el derecho a participar en la
legislación y en la administración y hasta de modificarla, de reformarla, pero
en los marcos fundamentales existentes”. Esto queda bien expresado en la declaración
de la CTC, cuando señala que “el modelo
social y económico impuesto por la dictadura y profundizado en los años
posteriores es cuestionado por una amplia mayoría de los chilenos, que exige un
nuevo sistema de pensiones solidario, una nueva institucionalidad laboral que
entregue a los trabajadores herramientas para negociar condiciones de trabajo
dignas, una reforma tributaria que avance en una más justa distribución de la
riqueza, educación gratuita y de calidad como un derecho universal y todo ello
enmarcado en una Constitución generada democráticamente”.
Aún así, la demanda por la nacionalización del cobre coloca en tensión y ataca directamente al sector hegemónico de la clase dominante y desafía la capacidad de la burguesía local para dirigir los procesos de transformación democráticos. Por lo tanto, se abren importantes oportunidades para los revolucionarios, los que deberemos salir a disputar la dirección y sentido de estas luchas democráticas, identificando con precisión que posiciones de la sociedad civil son relevantes para el desarrollo del poder popular, más ahora que frente al gran malestar que empieza a reflotar, el reformismo encuentras los medios para re editarse y aparecer como una alternativa viable y legítima, cuando los revolucionarios sabemos el rol nefasto que ha jugado la institucionalidad burguesa en el desarrollo del poder de las y los trabajadores. En otras palabras, el desafío es construir colectivamente salidas “democráticas” que no hipotequen el desarrollo de la independencia de clase.
Es así que el paro puso
a prueba la capacidad de generar una tribuna pública, extra institucional,
capaz de plantear temas a nivel nacional y el debate político entre las y los
trabajadores y el pueblo, lo que se traduce en un ejercicio necesario para la
clase trabajadora que lo prepara para ser clase dirigente, es decir, una clase capaz
de identificar al grueso de la población, arrastrar a los sectores
desorganizados, encantar y convocar a la organizaciones territoriales y crear
una nueva institucionalidad, opuesta al Estado y a los intereses del capital. Esta
capacidad dirigente se pone a prueba en la posibilidad de crear un espacio
extra institucional o, en otras palabras, un breve momento de “espacio público”
pero propio o apropiado por las y los trabajadores y el resto del pueblo que
vive al margen del sistema representativo burgués, un momento donde nos damos
la posibilidad de pensar la institucionalidad que realmente necesitamos,
amenazando –al menos potencialmente- las formas burguesas de organización. En
un contexto donde la rigidez institucional acostumbrada por el modelo hace de
estos momentos algo aún más amenazante.
Pero no sólo se trata
de instalar temas, sino “formas” de resolver los problemas que la clase
trabajadora debe irse dando. Para esto uno puede pensar en sólo tres vías: la institucionalidad
burguesa vigente, su restauración (a manos del reformismo) o bien por medio de
una nueva institucionalidad, basada en el ejercicio democrático directo de los
trabajadores y demás sectores del pueblo.
Por lo tanto, el paro del 26 de Junio
fue un ejercicio
de lucha y articulación clave en la preparación del pueblo trabajador para
enfrentar la lucha por reformas democráticas, colocando el énfasis en presentar
a los demás trabajadores y trabajadoras que aún no se organizan, un camino adecuado
para romper con el modelo, demostrar las limitaciones del capitalismo y
ejercitarnos como clase en el duro camino por el triunfo del socialismo y la
libertad.
Vladimir Benoit
No obstante los aspectos generales esbozados por el autor y que manifiestan el producto de una elaboración teórica que el proyecto comunista libertario ha desarrollado tras años de trabajo político en el seno del campo de los trabajadores, existe un cierto exitismo y sobredimensión de la capacidad instalada del sindicalismo clasista y el "movimiento obrero" como tal; creo que ello refleja una falta de conocimiento del estado actual de las organizaciones de trabajadores, lo que asimismo se refleja en juicios categóricos y sobreidologizados que que no reflejan la realidad, y que mas bien intentan hacerla calzar en moldes preestablecidos y esto lo señalo en atención al siguiente juicio: "si bien se plantea la cuestión del Estado (expresado en las demandas por “reformar el modelo”), sólo lo hace “en el terreno de lograr una igualdad política-jurídica con los grupos dominantes, ya que se reivindica el derecho a participar en la legislación y en la administración y hasta de modificarla, de reformarla, pero en los marcos fundamentales existentes”." Ello no es así, es cuestion de participar de los procesos de organizacion de las organizaciones de trabajadores como la Unión Portuaria de Chile, conocer de cerca la reflexion de la CTC y el SITECO para comprender que la tesis instalada es la irreformabilidad del modelo, que conlleva a la necesidad de su superación por la vía de la lucha de masas y en clave de ruptura en que los trabajadores estatégicos, entoienden y se entienden, como actores de vanguardia.
ResponderEliminarOjo con estas cuestiones. OM