EDITORIAL DE "SOLIDARIDAD" Nº 19, SEPTIEMBRE DE 2013
Ha llegado un
nuevo septiembre, y éste no puede estar más cargado de simbolismo. Como
recordábamos el mes pasado, se cumplen 40 años del golpe de Estado ocurrido el
11 de septiembre de 1973, mediante el cual la burguesía chilena, con el activo
apoyo del gobierno de los Estados Unidos, derrocó al gobierno de la Unidad Popular y
abrió un período de intensa represión contra la izquierda y el pueblo
organizado.
Resulta evidente
que la violenta represión sufrida durante los 17 años de dictadura buscó
instalar el miedo como una muralla que impidiera el resurgimiento de las
organizaciones populares. Ese miedo
consiguieron extenderlo mediante el “ruido de sables” hasta muy recientemente,
pero ya no se sostiene más, está comenzando a desvanecerse. Podemos decir con
orgullo que estamos siendo capaces de sacudirnos el terror impuesto y, en ese
proceso, hemos logrado recuperar la calle como un espacio de expresión política
y desafiar, mediante demandas de fondo, las bases de sustentación del sistema.
Quienes durante
estos últimos años nos hemos movilizado en el país, ya sea en las manifestaciones
estudiantiles, en la lucha por cambiar el injusto sistema previsional, en las
huelgas o en las barricadas y paros comunales en contra del centralismo,
estamos luchando, lo sepamos o no, contra la funesta herencia pinochetista,
reflejada en el vigente modelo económico, la actual estructuración
institucional y el aberrante déficit social que padecemos como pueblo. Y es que
el objetivo principal de los golpistas fue generar las condiciones de sometimiento
que les permitieran realizar una transformación profunda del país mediante una
serie de reformas laborales, económicas, sociales y culturales que buscaban
poner fin al protagonismo de los sectores populares.
Durante los mil
días del gobierno de la UP ,
el pueblo fue capaz de lograr avances importantes en sus demandas más sentidas,
aunando los esfuerzos de obreros, pobladores, estudiantes y profesionales,
trabajando codo a codo para construir el socialismo y multiplicando iniciativas
de Poder Popular antagónicas al orden de los ricos, que se materializaron en la
construcción de embrionarios órganos de poder propios, como lo fueron los
Cordones Industriales, los Comandos Comunales, las tomas de terreno y el
control territorial, las Juntas de Abastecimientos y control de Precios, entre
otros. Sin lugar a dudas, fue el período de nuestra historia en el que se
abrieron más posibilidades de participación política para las grandes mayorías
del país, las cuales habían sido sistemáticamente dejadas de lado por la
democracia formal y restringida vigente hasta entonces.
Si hay una
lección que las y los libertarios creemos que es necesario recuperar de aquellos
años es el afán de construcción colectiva y de generar la unidad necesaria para
construir la fuerza social capaz de realizar cambios estructurales. Los
desafíos que como izquierda tenemos por delante son enormes. Ante un proceso
acelerado de reacomodo de las fuerzas del bloque dominante, que busca
encauzar y cooptar la protesta social, se
hace urgente que forjemos espacios de articulación que no pivoten en torno a
tal o cual opción táctica, sino en torno a los objetivos estratégicos de proyectar
políticamente lo acumulado en estos años de resurgir del movimiento popular y
de disputarle la hegemonía a los dueños del país. En ese sentido, resulta útil recordar
hoy el sentido de generosidad política y de unidad en la diversidad que permitió
al pueblo y a la izquierda, por encima de las diferencias, constituirse en el
actor central de la vida nacional.
En este mes
recordamos a quienes cayeron de pie luchando por una vida digna para todos y
renovamos nuestro compromiso de seguir poniendo nuestros mejores esfuerzos en
abrir los caminos hacia el socialismo y la libertad; ese es el mejor homenaje
que les podemos rendir.
¡Ni un solo segundo de silencio, toda una vida de combate!
¡Arriba las y los que Luchan!
¡Venceremos!
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